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Paisajes rurales

Por Julio Sánchez

“A finales del Siglo XV nació en Japón una nueva forma de poesía, el haiku. 
Contiene un argumento descriptivo; un fogonazo ilumina una escena situada – casi siempre – en un paisaje. Una ventana que borronea el contorno de una mujer. Un perchero con una lámpara encendida. Un faro recortado sobre un cielo nuboso.
Las montañas, los ríos, las aves y las flores contempladas en las diferentes estaciones del año se encadenan con sentimientos de diversa índole. En cada una de las pinturas de Marcela parece esconderse un haiku”.
“Cada pintura es un intento de congelar en un instante el fluir continuo del universo y las emociones de quien lo contempla con ojos recién abiertos”.
“Cada pintura es un intento de congelar en un instante el fluir continuo del universo y las emociones de quien lo contempla con ojos recién abiertos”.
“Marcela respeta los géneros y las técnicas tradicionales de la pintura. No hace falta la innovación. La rosa que pinta junto a una copa azul puede ser una naturaleza muerta, pero es algo más”.
“Cada pintura de Marcela es una invitación a recuperar la capacidad simbólica, la potestad de ver más allá de lo que se ve con el ojo. Cada cuadro es la historia de una emoción, de un estado de ánimo arraigado en la vida de la artista. Ninguna de las imágenes está ahí solo porque sí”.
“Cada imagen es el resultado de un cúmulo de experiencias. Cada cuadro es el punto visible de una larga recta invisible. No todos podrán ver esa recta, solo aquellos que sintonicen la misma frecuencia espiritual”.
“Marcela Pittner nos ofrece un instante de belleza en un lenguaje pictórico. Del espectador depende si se arriesga a percibir algo más”.