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Paisajes rurales

Cesar Magrini

2003

Diversos grados de perfección ofrece el presente cuadro, y en sus varios elementos, en una síntesis total y sumamente afortunada. Tres son los planos en los que lo podría dividir para su examen y su posterior análisis, y de todos ellos emerge la composición, tantas son las virtudes que reúne. Primero la jarra de metal que oficia de tronco vertical sobre el que descansa parte de la composición, que aquí debe cumplir con un papel, sin discusión alguna, preponderante. Todo ha sido plasmado por la artista con envidiables méritos, y lo que es más valioso, sin caer en un hiperrealismo, que en su caso sonaría a barato y a postizo.

No, parece estar diciendo desde su cuadro Marcela Pittner, en todo caso dispuesta a aceptar un realismo poético del que se erige en ilustre portavoz. Siguen las dos flores, dos rosas, nobilísimas, tanto en lo depurado de sus líneas como en lo casi inmaterial de su colaboración, que prepara el ánimo del contemplador para los matices que se reciben a continuación, cuando se sigue una línea descendente de examen de la exquisita composición, que se resuelve en los pliegues de un delicado paño de gasa, cuyo blanco forman el mas espléndido marco para las rosas: es precisamente allí, en esos inmateriales pliegues, donde encuentran la plenitud de su maravilla y la felicidad de su presencia. 


La pintora no ha dejado ningún elemento de su cuadro librado al azar, y sin embargo este impresiona espontáneo, como obra de una inspiración feliz y convenientemente nacida, que encuentra su plena justificación en sí misma y en ese impulso creador al que ella tan satisfactoriamente responde, y se completa así el cielo al que debe aspirar toda obra de arte, en cuanto a ser recibida intacta en los valores de su creación.